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DEDICADO A TODOS LOS MAESTROS DE MÉXICO

¿Tenemos la escuela que merecemos?

Juan Lizárraga T.

e-mail upnmzt@infosel.net.mx



Tenemos la escuela que merecemos y esto no debe interpretarse como una disculpa ante los resultados arrojados por el PISA (siglas en inglés del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), hechos públicos el 4 de diciembre de 2001: Quedamos en el penúltimo lugar de una lista de 32 países en los que se examinó en lectura, matemáticas y ciencias a 265 mil jóvenes de 15 años de edad, estudiantes de secundaria y de bachillerato.

Pablo Latapí, desde Proceso (9 de diciembre de 2001: “El examen de la OCDE: seria llamada de atención”) y un grupo de intelectuales mexicanos, desde la página de Observatorio Ciudadano para la Educación (OCE: “Resultados insatisfactorios... La desigualdad económica sí afecta”, www.observatorio.org) han visto con preocupación tales resultados y concuerdan en que lo económico es fundamental.

Vea. Se estableció una media de 500 puntos. Finlandia (546), Canadá (534) y Australia (528) tuvieron la puntuación general más alta

Los franceses (505) se dieron por satisfechos, pues anduvieron un poco por arriba de la media, y Estados Unidos guardó silencio con sus 504 puntos, pero en México nos fuimos a 422 y sólo superamos a Brasil (396), el otro país latinoamericano que participó.

Es claro, pues, que la comparación con países de alto grado de desarrollo nos pone en fuerte desventaja.

La importancia del factor económico

¡No se vale! Que nos pongan a otros países de América (Cuba no, por favor), de África, del Medio Oriente (Afganistán).... No digo Asia, porque Japón se fue muy por encima de la media en matemáticas. ¿Qué andamos haciendo, comparándonos con países desarrollados? El gasto por estudiante en México (11 mil 240 dólares) representa sólo una cuarta parte del gasto promedio de los países de la OCDE (43 mil 500 dólares), según datos proporcionados por Latapí, para quien estas evaluaciones son positivas, pese a los rezagos de que nos quejamos.

Decíamos del factor económico. No fueron los más ricos del mundo los que tuvieron más alta puntuación, sino los que además de contar con economías sólidas registran una distribución equitativa en los ingresos. Hay países poderosos pero con niveles de desigualdad mayores que regatean los recursos para la educación.

¿Flojos y bien pagados?

Ante el gran público, los docentes tiene una imagen significativamente contradictoria, pues les aplican calificativos que van de trabajadores a perezosos o de sacrificados a privilegiados.

Trabajadores-perezosos. Quiere usted saber la imagen que la sociedad tiene de esas mujeres y de esos hombres que tienen por misión instruir o educar a los niños maestros... Cuando estos participen en una marcha de protesta, escuche lo que la gente cuchichea y les grita de manera grosera: de perezosos no los bajan (cuáles 200 días de trabajo). Sin embargo, sabemos porque conocemos, de maestros trabajadores, hasta el cansancio, a pesar de la baja remuneración, seres humanos sacrificados por su vocación.

Sacrificados-privilegiados. Para algunos, el docente es un ser privilegiado, que goza de canonjías producto muchas veces de la corrupción: doble plaza y no trabaja, “atiende” dos casas, maneja carro del año y es un “prófugo” del gis. Pero es gigantesco el clamor de aquellos profesores que pasan toda una vida, con sueldos bajísimos, ganando apenas lo indispensable para sobrellevar esa vida. Es el reflejo en la escuela de la injusticia y la desigualdad social: asómese nomás en su centro de trabajo y verá que hay unos pocos, que de plano no trabajan o lo hacen raramente y gozan de  jugosos sueldos, en cambio, hay una gran mayoría que trabaja permanentemente y recibe sueldos de hambre.

¡Mejor futbolista o artista!

Insisto en que tenemos la escuela y los maestros que merecemos. Un dato desventajoso para nosotros, para México, en la evaluación de la OCDE, lo fue el hecho de que se consideró también la educación que los estudiantes reciben fuera de las aulas: en la familia, en el barrio, de los medios masivos de comunicación, de la iglesia.

¡Vaya que la televisión nos enseña de cosas!: primero nos ofrece una imagen tragicómica, no muy lejana de la realidad, de lo que es el docente en el aula (la maestra Canuta, el profesor Jirafales), si es que no la de mero guardián de niños y adolescentes. También nos hacen, los medios masivos, el gobierno y los monopolios comerciales (muchos ligados a empresas dedicadas a la venta de bebidas alcohólicas y tabaco), valorar la función del maestro y la paga del maestro en relación con los deportistas, los actores, cantantes y bailarines.

 En los salones de clase se hace evidentemente una elección política. No se tiene conciencia de ello, pero se hace. Una sociedad que pone nominalmente a los entrenadores de caballos, de perros, de artistas y deportistas por encima de los educadores de  niños confiesa, reconoce, aprueba, ratifica, sus verdaderas prioridades. Una sociedad que paga millones y millones a un futbolista, boxeador, artista o cantante, infinidad de veces más que a un profesor de escuela pública o privada, no sabe quizá lo que hace, pero lo hace. Y que no me digan que el ejemplo no es significativo. En una sociedad así, la escala de remuneraciones traduce fielmente el orden de las preferencias. Dime donde metes tu lana y te diré donde pones tu corazón. Hey, esto lo dijo Jacques Juliard el 10 de septiembre de 1987 en Le Nouvel Observateur, refiriéndose a Francia. No nos aflijamos, pues. La fábula no habla de nosotros.

 Y sigue el parafraseo de Juliard: Dejemos entonces de contar historias edificantes y de derramar lágrimas de cocodrilo. Si el docente tiene poco dinero, poco prestigio social,  es porque no es considerado como algo importante por las clases privilegiadas y por el gobierno. Pero es una cosa triste que no comprendamos que la escuela, como ordenadora del saber, es esencial.

Las propuestas de Latapí

 Volvamos al tema original. Según Latapí, los resultados de la evaluación pudieron provocar cuatro reacciones:
1.- rechazar la evaluación y negarse a aceptar la realidad
2.- Autoflagelación y derrotismo
3.- Exculpación para que todo siga igual
4.- Asumir esta evaluación como una importante señal de alerta y ponernos a trabajar seriamente en elevar el nivel de nuestra educación básica.

Por supuesto, para el investigador mexicano la más correcta es la última reacción y luego hace una serie de propuestas a las cuales me adhiero y no quiero cerrar este escrito sin hacer divulgación textual de ellas:

1) Exigir en toda escuela lo que llamamos “la normalidad mínima”, que significa simplemente que la escuela funcione como debe: que los maestros asistan todos los días y sean puntuales, que dediquen el tiempo debido a la enseñanza efectiva y cubran enteramente el programa; que el director desempeñe bien sus funciones y los padres de familia las suyas; que las instalaciones materiales sean adecuadas, etcétera. En muchísimas escuelas esta normatividad elemental está lejos de cumplirse.
2) Combatir en el sistema educativo la simulación en todas sus formas, lo que tiene que ver tanto con las evaluaciones fraudulentas como con las complicidades de algunos supervisores, los favores y sobreprotecciones del SNTE a sus miembros y otras perversiones que atentan de muchas maneras contra el derecho de los alumnos a aprender.
3) Emprender ya la reforma de la secundaria, asunto que ha venido postergándose desde hace años en detrimento de varias generaciones de jóvenes.
4) Revisar con honestidad los criterios y mecanismos de la Carrera Magisterial con objeto de que garanticen la calidad de los profesores y los motiven a mejorar sus capacidades profesionales.
5) Intensificar por todos los medios el aprendizaje y la práctica de la lectura inteligente en todos los niveles del sistema educativo.
6) Reforzar y reorientar los programas compensatorios para lograr una mayor equidad en la distribución de la calidad educativa.

¿Se proponen  imposibles?



Juan Lizárraga Tisnado, es bibliotecario de la Universidad Pedagógica Nacional, sede Mazatlán.

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