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ESCUELA QUE APRENDE ( PARTE IV)

En la segunda obra que lleva el mismo título y que es continuación de la primera, Fullan añade otras ocho lecciones que enriquecen y complementan las ocho primeras y que analiza con el rigor y la penetración que le caracterizan.:

 

1. El propósito moral es complejo y problemático.

 

2. Las teorías del cambio y las teorías de la educación se complementan.

 

3. El conflicto y la diversidad son nuestros amigos.

 

4. Hay que entender lo que significa operar al borde del caos.

 

5. La inteligencia emocional contiene y provoca la ansiedad.

 

6. Las culturas de la colaboración provocan y contienen la ansiedad.

 

7. Hay que atacar la incoherencia. La conectiviad y la creación de conocimientos son cruciales.

 

8. No existe una única solución: hay que elaborar las propias teorías y actuaciones con espíritu crítico.

 

Cuando el aprendizaje y el cambio están radicados en la propia dinámica institucional, es necesario partir de una inquietud que los impulsa, de una voluntad que los desarolla y de unas condiciones que los hacen psoibles.

 

El protagonismo reside en los profesionales que trabajan en las escuelas, no en los expertos que escriben en los despachos o en los políticos que legislan en los parlamentos. Son los enseñantes que investigan (Cochran-Smith y Litle, 2002) quienes tienen la llave del auténtico cambio. Con su compromiso, con su reflexión y con su inquietud pueden poner en marcha el mecanismos de la transformación.

 

¿Qué tienen que hacer los políticos? ¿Qué tienen que hacer las familias? ¿Qué tiene que hacer la sociedad? Crear las condiciones para que este proceso se ponga en marcha con éxito. Es preicso contar con las condiciones de tiempo, espacio, estímulos y medioss que se necesitan para superar la acción inmediata. Se dedica un tiempo a la planificación, mucho a la intervención y muy poco a  la reflexión sobre la acción. Las familias, como parte de la comunidad educativa, tienen que participar en los procesos de cambio y no convertirse en fuerzas resistentes al mismo. La sociedad tiene que aumentar su compromiso con las escuelas y reconocer y promover la dignidad de losmaestros.

 

Con la brevedad que requiere el texto voy a proponer la secuencia que se precisa para poner en marcha el proceso de cambio. No se trata de partes estancas, inconexas y desarticuladas sino de un proceso que avanza desde la interrogación  a la decisiones pasando por el compromiso democrático.

 

Estos son los diez verbos que se enganchan como los eslabones vivos de una cadena transformadora:

 

Interrogarse: si no existen preguntas, no se buscarán las respuestas. La escuela avanza por preguntas. Es necesario pasar de un modelo basado en rutinas y certezas a otro que esté sustentado en incertidumbres. Claro que la duda es un estado incómodo. Ahora bien, desde el punto de vista intelectual, la certeza es un estado ridículo.

 

Las preguntas que se formula la escuela sobrepasan la línea de superficie, profundizan en cuestiones nucleares. No sólo se pregunta si los alumnos han conseguido meter en su cabeza una serie de datos. Tiene preocupación por saber si aprenden a ser mejores personas y mejores ciudadanos. No uno a uno sino en el marco de una sociedad más justa. Quiere esto decir que tiene que preguntarse lo que sucede con las personas que no se pueden escolarizar o con los pobres que no llegan a superar la escolaridad elemental. ¿Quién se preocupa por estas cuestiones si no es la escuela?

 

Si no se ponen en tela de juicio las prácticas, si no se formulan preguntas nuevas o se reformulan las preguntas que ya se hacían, es fácil que la rutina domine las prácticas de la escuela.

 

Me preocupa la impermeabilidad a la crítica, la cerrazón a la autocríticia y la domesticación de los hechos para interpretarlos de una manera interesada y exculpatoria.

 

Compartir: estamos hablando del aprendiaje de la escuela. Por eso es preciso insistir en el carácter colegiado de las preguntas. No basta que, de forma aislada,las formule un profesor o el Director de la institución.

 

Llama la atención el individualismo sobre el que se asienta la vida de la escuela. Individualismo que no sólo se basa en la actitud de los profesionales, habituados a ejercer su función de forma escasamente colegiada.

 

"Tanto para la planificaci´pn como para la evaluación, el mayor problema ha consistido en descubrir cómo pasar de lo que tradicionalmente se ha considerado una actividad individual a una actividad compartida" (Brennan, 1001).

 

Se ha dicho reiteradamente que la escuela es una isntitución débilmente articulada. Es cierto. Los procesos de coordinación vertical y horizontal requieren unos tiempos que, en ocasiones, ni se tienen. O que, si se tienen, no se quiere dedicar a ese menester. La organización de la escuela (en su estructura, en sus tiempos, en la organización de los espacios) favorece el enfoque y la intervención individualista.

 

Investigar: la respuesta que se busca no es fruto de la intuición, de la suposición, de la arbitrariedad, de la rutina, de la comodidad, de los intereses, sino de la indagación rigurosa. Si después de preguntarnos nos damos la respuesta que se nos antoja, la que defiende nuestros intereses o la que confirma nuestras teorías previas, no habremos avanzado en la comprensión.

 

Algunos docentes cuando oyen hablar de investigación piensan en complejas metodologías y en intrincadas fórmulas estadísticas. Es, a mi juicio, un error. Cuando un profesor se pregunta sinceramente por alguna cuestión y comienza a buscar evidencias rigurosas que den respuesta a esa pregunta, está investigando. Tengo más dudas sobre la eficacia y la necesidad de otros tipos de investigación aparentemente más sofisticados y autocalificados por sus autores como "científicos".

 

Dialogar: El proceso de investigación lleva consigo un diálogo entre los protagonistas de la escuela, entre éstos y la sociedad. Hablo de un aprendizaje compartido en el que toda la institución comprende, no sólo de un aprendizaje individual.

 

Se trata de un aprendizaje de la escuela como institución. Todos los miembros de la comunidad toman parte en el diálogo, no por una concesión generosa de la autoridad sino por el pleno derecho que les asiste. Esa inquietud institucional ha de convertirse en una plataforma de discusión en la que todos toman parte, en la que todos se juegan mucho, por la que todos están apasionados.

 

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